Loco furioso (G.40)

Véase Se hace militar (G.1).

Se trata de uno de los trece dibujos que, dentro de este mismo Cuaderno G, incluyen la palabra loco o locos en su título, y el segundo titulado Loco furioso, pues el G.33 lleva el mismo título. Es además una de las trece obras del cuaderno que abordan el tema de la locura (G.17, G.33-G.41 y G.43-G.45).

El dibujo representa a un loco en la oscuridad de su calabozo, de paredes de piedra y en el que se adivinan algunos barrotes en el ángulo superior derecho. El punto de vista del espectador, a diferencia del dibujo homónimo de la misma serie, se sitúa en el interior de la celda aunque el recluso, que aparece sentado o reclinado sobre un murete, es indiferente a cualquier presencia. Echa las manos a la espalda, quizás atadas, indefenso. Una tela o saco suelto lo cubre parcialmente y deja gran parte del torso y el muslo derecho al descubierto. En este sentido, Galassi destaca el exquisito uso del claroscuro con una intención simbólica, que derrama luz sobre el rostro y el pecho del lunático, destacándolo de las sombras en las que está sumido en lo que es una representación más expresiva que realista. Una expresividad que se ha logrado también por la combinación de trazos delicados y cortantes. Algunos arrepentimientos en el brazo derecho permiten imaginar el desarrollo del trabajo con el lápiz, directo y vivaz de Goya, mientras que los arrepentimientos de la parte superior del dibujo delatan que la escena se había concebido de otra forma, pues se distinguen los trazos de los brazos y manos, como si tiraran de telas. Para Wilson-Bareau, esos miembros desaparecidos podrían ser los del propio enfermo que pugna por liberarse de su tormento pero también podrían formar parte de una terrible alucinación que le estaría espantando y hacia la que el personaje gira sus ojos con expresión de pavor. Su pelo pajizo y sus facciones deformadas subrayan su condición de bestia apresada. No obstante, la parte de su anatomía que ha tenido un tratamiento más detallado son los pies, que aparecen enormes y expresivos en primer término y que Goya ha representado de una forma más precisa incluso que el rostro, con una reproducción poderosa de las falanges y las uñas de los dedos.